Diversos estudios han relacionado de forma inequívoca la motivación con el aprendizaje.

Antes de querer aprender o enseñar algo, debemos estar seguros de que hay motivación para ello.

La motivación no es algo que pueda ser estimulado con esfuerzo y tesón, es más bien el resultado de una reacción química en el cerebro que tiene que ver con la dopamina, de la que hablaré en otro artículo.

Algunas de nuestras actitudes pueden estar creando una barrera para la motivación y bajando nuestros niveles de dopamina. Veamos algunas de ellas y cómo el método Tintarantín ayuda a los niños a estimular su motivación.

MOTIVACIÓN

Actitudes que reducen la motivación:

“Tengo que”: Sentirnos forzados a hacer algo destruye la motivación. Como adultos puede que acabemos haciéndolo, pero los niños no encontrarán el modo de empezar. Hay actividades lúdicas que nos gustan mucho pero cuando se convierten en una obligación dejan de aparecer como atractivas. Si obligamos al niño a tocar el piano, es contraproducente. Dejemos que siga siendo su “actividad lúdica”.

Solución: “Elijo hacerlo”: Elijo hacerlo porque sé los beneficios que conlleva. Me centro en los beneficios y la resistencia se desvanece. El niño puede tener disponible un piano en casa, puede tener disponible el software. Y él elige. Elige avanzar al siguiente nivel o aprender una nueva canción o tocar más deprisa o disfrutar de las animaciones cuando lo hace bien. Poder sacar de oído esa canción que le gusta tanto. Centrarse en los beneficios. Cambiar el “tengo que tocar” por “a ver qué canción quiero tocar hoy”.

“No puedo hacer esto”. Cuando el niño se siente inadecuado para una tarea, no tiene ganas ni de empezarla. La sensación de que siempre falla, o la sensación de estar perdido sin saber por dónde continuar acaban con la motivación y hacen cualquier distracción infinitamente más divertida que la tarea.

Solución Tintarantín: “Graduar la curva de aprendizaje”. El niño no está perdido con el método Tintarantín. Hay muy pocos métodos tan progresivos como este. Sabemos lo difícil que resulta a los niños unir ambas manos y que cada una vaya por su lado, por eso, queremos que se sienta seguro cuando llegue el momento. Ambas manos se trabajan por igual, con la misma intensidad. Todo niño dentro de sus posibilidades puede tocar la partitura que le toca. El software espera pacientemente sin dar la sensación de fallo. Si te equivocas siempre puedes volver a intentarlo. La partitura se mueve con el niño, siempre sabe por dónde continuar. No se siente perdido.

“Nunca lo hago completamente bien”. Si corregimos al niño constantemente, pensará que algo falla, que él no sirve. Nuestra forma de corregirle puede destruir su motivación.

Solución Tintarantín: “No hay meta a la que llegar, hay música que hacer”. No hay puntos, no hay estadísticas, no hay premios. Hay música. Tocamos música. Buscamos que el niño comprenda la música que toca, que se escuche a sí mismo. Poco a poco entiende que si quiere que suene bien la canción hay algunas cosas que tiene que corregir. Pronto se empezará a corregir él mismo. Con relación a los padres o los profesores, éstos deben corregir lo mínimo imprescindible.

El software Tintarantín hace la mayor parte de las correcciones en silencio, sin juzgar, sin puntos rojos, sin puntuaciones.

El niño no se siente juzgado cuando es el software el que le corrige. O cuando se le toca la mano para relajarla y colocarla en buena posición. En cambio una palabra negativa tiene mucha fuerza desmotivadora.

EN RESUMEN

Aumentemos la motivación en el niño:

Que el piano sea su “actividad lúdica”

-Permitiendo que sea su elección. Dejemos que siga siendo su “actividad lúdica”. Que él elija tocar, cuanto y cuando. Dejemos que elija improvisar, tocar fuera de la partitura. Para que pueda elegir, debe tener el piano y el software disponible en casa de forma fácil, tan fácil como tiene la televisión o sus juegos.

Dificultades a su alcance

-Procuremos que siga el método de forma progresiva para que no encuentre dificultades imposibles de resolver.

Corregir lo menos posible

-Corregir lo menos posible y si lo hacemos que sea con lógica (es más sano si te pones derecho, vamos a relajar la mano para poder tocar más deprisa, etc.). Todo aquello que ya corrija el programa, es mejor no mencionarlo. Los niños aprenden muy pronto a seguir las “exigencias del programa” sin ningún problema, ellos mismos se dan cuenta de qué tienen que hacer.


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